El fútbol y la economía se parecen en el hecho de estar enmarcados en ciclos. La diferencia es que en un juego con reglas definidas para producir —para ganar—, hablar de auge y depresión podría resultar inadecuado.
Háblese entonces de economía en paralelo con juego ofensivo, que sí tiene eras de auge y depresión. El vistoso Wunderteam austriaco de pre-guerra fue sucedido por una Italia eficaz pero calculadora, la de Vittorio Pozzo, que fue la primera bicampeona mundial en 1934. Los accidentados años 40 y la tragedia aérea del Torino FC en Superga —en la que falleció la base de la selección italiana— se transformaron para 1954 en la Hungría de Puskás, Kocsis, Hidegkuti y los demás magiares mágicos. Ellos no ganaron un título; perdieron la final de Suiza 1954 contra una Alemania combativa, recia, tenaz que bajo la lluvia de Berna empezó a definir su estilo histórico. El siguiente campeón (bicampeón) fue Brasil: en 1958 con Pelé emergente y en 1962 con Pelé lesionado, aunque para el recuerdo sea el Brasil de Pelé.
En 1966 campeonó Inglaterra, dueño de casa, con más potencia y polémica arbitral que otra cosa. El de 1970 sí fue el más vistoso Brasil de Pelé; tan espectacular como la Holanda de los 70, que fue dos veces subcampeona porque perdió contra sendos anfitriones (Alemania y Argentina) cuyas figuras eran sendos zagueros centrales (Beckenbauer y Passarella). Pero si de la cúspide estilos defensivos se trata, pues que se evoque a la Italia de Enzo Bearzot en 1982 y a la Argentina de 1986, que tenía a Maradona pero también a Carlos Salvador Bilardo, el mayor heredero de la escuela ‘pincharrata’ y quien en 1990, tras perder la final, pronosticó que el fútbol del futuro se jugaría sin delanteros.